¿Para qué haces lo que haces?
La sociedad ha cambiado mucho y sin embargo las necesidades individuales siguen siendo las mismas. Procedemos de un modelo en el que de niños se nos enseñaba a ser buenas personas con los demás, a ayudar y cuidar (sobre todo a las mujeres), incluso olvidándonos de nosotras mismas. Ahora el imperativo es el contrario, primero eres tú, aprende autocuidado, eres responsable de tus problemas y sólo tú has de ocuparte de ellos. Pon límites, primero tú y después los demás, hay muchos peces ahí fuera.
Y ambas son extremas, la de antes y la de ahora. Y lo peor, ninguna nos hace felices. La salud y el bienestar está donde esas dos formas se encuentran. ¿Complicado lograr el equilibrio? sí pero es el único camino y la meta.
Hay enfoques terapéuticos que no deben aplicarse a todas las personas. Es importante que las personas nos demos cuenta del “para qué” hacemos lo que hacemos. Ya que cuando cuidamos de los demás, no siempre hay altruismo, ni mucho menos sino también una necesidad de aceptación por parte del otro, una necesidad de responder a esa imagen que tengo de mí misma de “buena persona” (inculcada desde fuera).
El objetivo es ser cada vez más auténtico, en el sentido de no engañarme para sentirme mejor de forma neurótica. Darse cuenta de que tras mi “amabilidad, generosidad y bondad” también hay una necesidad de que me mires bien, veas lo buena que soy, me necesites, me aceptes y me quieras, se convierte en el acto más genuino (y doloroso) que puedo tener conmigo misma.
Por eso señalo la importancia de ver para qué hago o que hago. De esa manera puedo conocerme, conocer mi sombra y no vivir dormida.
A veces damos para que nos den. Es humano, tranquilo, pero date cuenta al menos. Por eso es taaan importante la conciencia, el darse cuenta del que hablo. Cada persona tiene una forma de funcionar en las relaciones personales, conocerla es poder transformarla si lo necesito. No hay otra manera.