El llanto es algo 𝐧𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚𝐥. Lloramos cuando nos pican los ojos y también cuando estamos 𝐭𝐫𝐢𝐬𝐭𝐞𝐬. Hay lágrimas de flojera, de alivio y también de descanso.

Las lágrimas que aquí nos interesan son las 𝐞𝐦𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥𝐞𝐬 como no podía ser de otro modo. Éstas, tienen una 𝐟𝐮𝐧𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐚𝐧𝐚𝐥𝐠𝐞́𝐬𝐢𝐜𝐚 y paliativa del dolor (físico y emocional) ya que contienen nada menos que cloruro de potasio y manganeso, endorfinas, prolactina, adenocorticotropina y leucina-encefalina, que actúan como un analgésico natural.

Cuando lloramos, 𝐚𝐮𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐥𝐚 𝐟𝐫𝐞𝐜𝐮𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐢𝐫𝐚𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚 y el 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐮𝐦𝐨 𝐝𝐞 𝐠𝐥𝐮𝐜𝐨𝐬𝐚 𝐲 𝐨𝐱𝐢́𝐠𝐞𝐧𝐨 en el cerebro. Es por eso que cuando vamos acabando de llorar, 𝐧𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐜𝐚𝐧𝐬𝐚𝐝𝐨𝐬 y nuestro cuerpo está más relajado, 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫𝐞𝐜𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐚𝐧𝐬𝐨 ante situaciones de estrés.

Finalmente, el llanto cumple una función de 𝐛𝐮́𝐬𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐚𝐩𝐨𝐲𝐨 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥, si bien las PAS en este sentido somos algo diferentes a las no PAS, ya que, por lo general, ante la tristeza y la necesidad de llanto 𝐩𝐫𝐞𝐟𝐞𝐫𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐥𝐚 𝐬𝐨𝐥𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐢𝐬𝐥𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨.

El llanto, por lo tanto, es una forma de 𝐫𝐞𝐠𝐮𝐥𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐞𝐦𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞, de recuperar nuestro 𝐞𝐪𝐮𝐢𝐥𝐢𝐛𝐫𝐢𝐨 𝐞𝐦𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥. Llorar cumple una función y tienen un sentido.

𝐋𝐥𝐨𝐫𝐚𝐫 𝐞𝐬 𝐛𝐮𝐞𝐧𝐨, 𝐞𝐬 𝐬𝐚𝐥𝐮𝐝𝐚𝐛𝐥𝐞. Y es que las PAS (y no PAS) hemos recibido tantas veces el mensaje de “𝐧𝐨 𝐥𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬”… entre otros, que la idea que flota es la de que llorar es de débiles y como hay que ser fuertes pues no hay que llorar, cuando es todo lo contrario, llorar demuestra 𝐥𝐚 𝐟𝐨𝐫𝐭𝐚𝐥𝐞𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐚𝐜𝐞𝐩𝐭𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐯𝐮𝐥𝐧𝐞𝐫𝐚𝐛𝐥𝐞𝐬  y también de mostrar esa vulnerabilidad a alguien más.

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