Ana Curto | Terapeuta para PAS

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Autoestima y Alta Sensibilidad

Todos tenemos una imagen mental de cómo somos, física y psicológicamente. Este es nuestro autoconcepto y lo vamos formando a lo largo de nuestra vida, comenzando en la infancia. La respuesta emocional a ese autoconcepto es la autoestima, es decir, si me gusta y acepto cómo soy o no y en qué medida lo hago.

Es en la infancia donde aprendemos, de nuestros padres, en la escuela y con los grupos de iguales a tener un control interno o externo de nuestras experiencias. La autoestima tiene mucho que ver con la educación emocional, con el refuerzo familiar y escolar, con la sensación de considerarse apropiado y merecedor, la madurez para comprender que por mucho que lo intente no siempre voy a lograr aquello que emprendo, la fuerza para ser asertivo cuando sea necesario, etc.

En la adolescencia y en la vida adulta podemos desarrollar una autoestima que no dependa de las atribuciones externas, es decir, que su origen sea interno.

Es frecuente escuchar que las PAS solemos tener una baja autoestima. Y es que es algo muy normal escuchar a una PAS decir que se siente diferente, un bicho raro (más aún si no conociendo el rasgo), que no encaja en este mundo, etc. Y todo ello con razón, ya que formamos parte de una minoría junto al 80% de la población restante. Hemos tenido que escuchar a lo largo de nuestra vida, afirmaciones negativas o comentarios como:

  • “Eres demasiado sensible”,

  • “qué exagerada eres, te lo tomas todo muy a pecho”,

  • “eres muy susceptible”, etc.,

con lo que no es de extrañar que nos hallamos sentido incomprendidas y con una pobre valoración de nosotras mismas.

Si deseamos crear en nuestro interior algo estable, no podemos hacer depender nuestra propia estima de la aprobación y reconocimiento exterior, de factores que no dependen de nosotros.

Cuando hablamos de autoestima, hablamos del valor que me otorgo a mí mismo. Pero la pregunta que nos hacemos es, ¿en función de qué me estoy valorando?. Aquí es donde surgen todo tipo de problemáticas. Si en mi historia vital me han valorado en función de mi belleza, de mi clase social, del dinero que poseo o si mi valía está en función de las personas con las que estoy (pareja, familia, amigos, etc.), en el momento en que pierda estos pilares, mi autoestima se derrumbará. Esos atributos son externos y cambiables, no tengo control sobre ellos.

También puede ocurrir que no salga como yo quería alguna tarea o proyecto en el que trabajé mucho y me ilusioné. Si me juzgo de una forma global diciendo que soy una inútil o que no valgo para nada, ¿eso está marcando mi valor como persona?. Del mismo modo que si nos calificamos de una forma positiva global en función de logros, porque en tanto en cuanto no los obtenga, volveré otra vez al  autodesprecio.

Por lo tanto, la autoestima tiene que ver más que con los logros o características sobre las que no tengo control, con la aceptación de uno mismo.

Desde luego que el ambiente en el que hemos crecido o el actual, influye. Del mismo modo que también influyen situaciones como una pérdida importante, una crisis vital, etc. Por ello, no se trataría tanto de “subir” la autoestima sino de trabajar la autoaceptación, para después tomar conciencia de lo que quiero y necesito y crear metas en función de mis valores, encontrando conductas eficaces para conseguirlo.  En eso consistiría el trabajo con la autoestima, en mi opinión. Sin olvidar que el logro de esas metas no determinan mi autoestima, porque de nuevo estaríamos depositando en lo externo el valor que yo tengo.

Y para aceptarme como soy, necesito saber cómo soy ¿verdad? qué cualidades tengo, mis fortalezas, mis dificultades, qué pienso, qué siento, qué necesito, etc.

En definitiva, la autoestima habla más acerca del conocimiento que yo tengo de mí mismo y de la aceptación y valoración de lo que soy, confiando en mis capacidades y trabajando aquello que me dificulta la vida cotidiana, más allá de logros o de la aprobación social.

Sólo es posible el cambio cuando hay autoconocimiento y autoaceptación. Así lo explicó Arnold Beisser (1925-1991), profesor de psiquiatría en la Universidad de California al formular su teoría sobre la paradoja del cambio: “El cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es”.

Resumiendo, la autoestima supone autoconocimiento y autoaceptación. Y para una PAS esto es fundamental. Sólo después puede llegar el cambio. Conseguir unas bases lo más solidas posibles que no se sientan amenazadas fácilmente con las adversidades de la vida.



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